Durante años, las organizaciones han medido sus resultados en función de datos objetivos (niveles de productividad, cumplimiento de metas o número de horas de formación), dejando de lado los llamados soft data, es decir, aquellos datos que reflejan cómo se sienten las personas mientras trabajan.
En un entorno laboral donde prima la automatización y la inmediatez, el bienestar ha pasado a un segundo plano. El foco se ha centrado en las hard skills, las competencias técnicas y medibles, como dominar un software, mejorar la gestión de proyectos o adquirir nuevos conocimientos digitales. Sin embargo, mientras las hard skills indican lo que sabemos hacer, las soft skills muestran cómo lo hacemos y cómo nos relacionamos al hacerlo.
De ahí surge el concepto de soft data (datos suaves), una nueva forma de medir las variables invisibles, que invita a mirar más allá de los números y promete cambiar la manera en que las empresas desarrollan a sus equipos.
Qué es el soft data y por qué marca la diferencia
El soft data hace referencia a toda aquella información subjetiva o difícil de medir que proviene de percepciones, emociones, actitudes o comportamientos. Permite describir aspectos humanos como el trabajo en equipo, la adaptabilidad, el pensamiento crítico, la inteligencia emocional o incluso la sensación de pertenencia dentro de la organización. Su principal objetivo es diseñar programas empresariales más efectivos y centrados en las personas.
Según un estudio de The TQM Journal (2021), las empresas que incorporan soft data (como el bienestar o la calidad de las interacciones) en sus sistemas de gestión logran hasta un 25 % más de rendimiento y un 30 % más de satisfacción laboral. Esto demuestra que las emociones y percepciones durante el trabajo son factores determinantes en los resultados finales.
Lo que las empresas pueden aprender del soft data
Cada vez más organizaciones descubren que existe información valiosa más allá de los informes financieros, encuestas de satisfacción o gráficos de productividad. El soft data ofrece una mirada distinta que permite:
- Personalizar la experiencia formativa, identificando diferentes estilos y ritmos de aprendizaje.
- Evaluar la cultura emocional de la empresa y entender qué impulsa y motiva realmente a los trabajadores y trabajadoras.
- Fomentar una toma de decisiones basada en empatía y un liderazgo más emocional.
- Anticipar señales de agotamiento antes de que el personal exprese su cansancio, previniendo el burnout o desgaste laboral.
La nueva forma de medir el aprendizaje en la formación corporativa
El soft data también puede aplicarse al ámbito de la formación corporativa. Tradicionalmente, en este campo se ha medido solo lo cuantificable: horas de conexión, tasa de abandonos, porcentaje de aciertos o número de intervenciones en los foros. Sin embargo, los datos menos objetivos también aportan un gran valor: la concentración real del alumno, su nivel de fatiga mental, la motivación o la atención sostenida.
De este enfoque surge el concepto de learning analytics (analítica de aprendizaje), que recoge y analiza las interacciones de los alumnos y alumnas para mejorar los procesos de enseñanza y aprendizaje.
Estos datos se pueden obtener mediante registros de comportamiento digital (tiempos de actividad, pausas repetidas, cambios de pestañas, velocidad de lectura, momentos de desconexión) o cuestionarios breves entre actividades, como autoevaluaciones emocionales o escalas rápidas de atención. Las nuevas plataformas de aprendizaje ya han comenzado a registrar este tipo de variables.
El verdadero salto cualitativo se produce cuando se integran estas mediciones con el propósito de la organización. Porque los datos, sin una intención humana, se convierten en vigilancia, pero con sentido y ética, permiten mejorar el bienestar y la productividad.

Cómo medir las emociones sin invadir la privacidad
La gran pregunta que surge a partir de esto es: ¿cómo medir emociones y comportamientos sin cruzar la línea de la intimidad?
Para hacerlo correctamente, es importante anonimizar los datos obtenidos, ya que el objetivo no es vigilar a las personas, sino identificar patrones grupales. Asimismo, es necesario informar sobre qué se está midiendo, por qué se hace y con qué propósito. La transparencia, además de ser una cuestión ética, genera confianza y compromiso.
Al aplicar estos principios, los datos blandos se convierten en una herramienta estratégica de innovación responsable.
Los beneficios estratégicos para la empresa
Incorporar el soft data en la gestión de la empresa tiene efectos directos en su rendimiento:
- Mayor engagement: aumenta la implicación, la motivación y la retención de talento.
- Mejora de productividad: detectar la fatiga permite equilibrar carga laboral y resultados.
- Innovación cultural: impulsa una cultura basada en la empatía y la escucha activa.
- Reputación interna sólida: los empleados y empleadas perciben que la empresa se preocupa por su bienestar.
- Eficiencia formativa: los contenidos y metodologías se adaptan al estado y necesidades reales de los equipos.
En resumen, una organización que escucha lo invisible aprende más rápido y crece de forma más humana.
El futuro del aprendizaje corporativo
A medida que la tecnología avanza, el soft data se integrará en todos los niveles del desarrollo de talento, desde la selección hasta la formación continua. El gran reto será equilibrar la precisión analítica con la sensibilidad humana.
La formación del futuro no medirá solo lo que una persona sabe, sino también cómo se siente al aprender, qué le motiva y qué le bloquea. Eso exige líderes capaces de interpretar emociones y de entrenar su atención plena para escuchar, observar y comprender el proceso de aprendizaje en toda su profundidad.
El futuro pertenece a las empresas que combinan la precisión de los datos con la sensibilidad humana. ¿La tuya ya ha empezado a hacerlo?






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